La labor de una mirada que se apaga de hora en hora
ya no es ni soñar ni formar llantos,
sino vigilar como un pastor y convocar
todo lo que podría perderse si él se duerme.
∙∙∙
Así, contra el muro que el verano ilumina
(¿o más bien lo ilumina su memoria?)
os miro en la tranquilidad del día,
miro como os vais alejando, cómo huís,
os llamo, resplandecientes en la hierba oscura
Como antaño en el jardín, voces o brillos
(nadie lo sabe) que unís a los difuntos con la infancia..
(¿Está ella muerta, esa dama bajo el boj,
su lámpara apagada, su equipaje disperso?
¿o bien va a regresar de debajo de la tierra
y yo iría delante de ella y le diría:
“¿Qué has hecho con todo ese tiempo en que no se
escuchaba
ni tu risa ni tus pasos por la calle?
¿Había que ausentarse sin decir nada a nadie?
¡Oh dama! Regresa ahora a nosotros…”)
En la sombra y la hora de hoy se mantiene escondida,
sin hablar, esta sombra de ayer. Así es el mundo.
No lo vemos durante mucho tiempo: sólo lo justo
para guardar de él lo que brilla y va apagarse,
para llamar una y otra vez, y temblar
por no ver más. Así el empobrecido insiste,
como un hombre que se esfuerza de rodillas
en reunir contra el viento su mísera lumbre.
Palabras en el aire
1953-1956
Philippe Jaccottet
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